Lágrimas humanas congeladas.
“La limitada llanura aparecía completamente ocupada
por aquellas oníricas construcciones confeccionadas con maderas de embalaje de
naranjas y latas de leche condensada, con láminas metálicas provenientes de
envases de petróleo o de alquitrán, con onduladas uralitas recortadas
irregularmente, con alguna que otra teja dispareja, con palos torcidos llegados
de bosques muy lejanos, con trozos de manta que utilizó en su día el ejército
de ocupación, con ciertas piedras graníticas redondeadas en refuerzo de cimientos
que un glaciar cuaternario aportó a las morrenas gastadas de la estepa, con
ladrillos de «gafa» uno a uno robados en la obra y traídos en el bolsillo de la
gabardina, con adobes en que la frágil paja hace al barro lo que las barras de
hierro al cemento hidráulico, con trozos redondeados de vasijas rotas en
litúrgicas tabernas arruinadas, con redondeles de mimbre que antes fueron
sombreros, con cabeceras de cama estilo imperio de las que se han desprendido
ya en el Rastro los latones, con fragmentos de la barrera de una plaza de toros
pintados todavía de color de herrumbre o sangre, con latas amarillas escritas
en negro del queso de la ayuda americana, con piel humana y con sudor y
lágrimas humanas congeladas”
Luis
Martín Santos: Tiermpo de silencio”