Tres maneras de alcanzar la felicidad.
“O bien se pretende poder conseguir la felicidad en
el mundo tal como es, en la vida actual e individual, sea por el libre
ejercicio de los sentidos, la riqueza y la variedad de las sensaciones, sea por
el desarrollo de las altas facultades del espíritu, el pensamiento, la ciencia,
el arte y las nobles emociones que de él resultan, sea por la actividad
heroica, el gusto de la acción, la pasión del poder y de la gloria. O bien se
aplaza la idea de la felicidad, se la considera realizable para el individuo en
una vida trascendente después de la muerte; es la esperanza en que se precipita
la mayoría de los que sufren, los pobres, los despreciados del mundo, los
desheredados de la vida; es el asilo abierto por las religiones y
particularmente por el cristianismo a las miserias irremediables y a los
dolores sin consuelo. O bien, en fin, abandonando el más allá trascendental, se
concibe un más allá terrestre, un mundo
mejor que el mundo actual, que cada generación prepara sobre la tierra por sus
trabajos y sus fatigas. Se hace el sacrificio de la felicidad individual para
asegurar la llegada de ese nuevo ideal, se eleva uno al olvido de sí mismo, a
la conciencia y a la voluntad colectivas, se goza con la idea de esa dicha por
la cual se trabaja y que otros disfrutarán, lo desea uno así para sus
descendientes, y se embriaga uno con esa idea y con los sacrificios que reclama.
Este noble sueño de la dicha de la humanidad futura sobre la tierra por los
descubrimientos de las ciencias, por las aplicaciones de la industria, por las
reformas políticas y sociales, es la filosofía del progreso, que en algunos
espíritus entusiastas se convierte en una religión.”
Erasmo
Maria Caro: “El pesimismo en elS. XIX”