A más armas, más muertes.
Se preguntan (una vez más) los norteamericanos que
pudo haber pasado por la cabeza del joven de 21 años que, después a
estar más de una hora en una reunión para debatir sobre la
biblia en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel deCharleston (Carolina
del Sur) sacara un arma y matara a 9 personas. Se habla de
crimen de odio, se hablará de probables trastornos mentales, de los
antecedentes policiales, de segregación racial, de sus perfiles en
las redes, de su historial académico; todo ello para intentar explicar el
reprobable comportamiento del joven.
Sin embargo, y aún a riesgo de ser simplista, me parece que
la variable que mejor explica el hecho es la disponibilidad de armas.
Nadie bebe agua porque tenga sed, aunque sea la explicación más socorrida. Se
bebe agua porque ésta está disponible. Si no fuera así; si no estuviera
disponible el agua, te morirías de sed y no podrías beberla. Si e joven
no hubiera tenido la pistola , no la habría usado. Impedir el fácil acceso a
las armas sería una tarea preventiva de primer orden.
En Suiza, el ejército, en el año 2005, hizo
una reforma para reducir a la mitad el número de
soldados con armas de fuego guardadas en sus casas. Los investigadores fueron
capaces de mostrar que este cambio en el acceso a las armas, dio como
resultado una disminución muy significativa de la tasa general de
suicidios.