No insultar a los que ya no existen, para que las enemistades no se hagan eternas.
Si le
sirve de algo, le recuerdo al señor ministro del interior, ahora que anda
persiguiendo a los que hablan mal de los
muertos, lo que legisló Solón en
la antigua Grecia en este sentido, según
lo cuenta Plutarco en “Vidas paralelas”:
“Es celebrada asimismo aquella ley de
Solón que prohibía tachar la fama de los muertos, porque es muy debido reputar
por sagrados a los difuntos; justo no insultar a los que ya no existen, y
conveniente que las enemistades no se hagan eternas”.
Y ya puestos, convendría recordar la ministro
de justicia y al de hacienda y quizás también al mismísimo presidente del gobierno , lo
primero que hizo Solón al llegar al
gobierno de Atenas:
“preguntado
después si había dado a los Atenienses las mejores leyes, respondió: “De las
que podían recibir, las mejores”. Lo que los modernos han dicho de los Atenienses,
que lo que había en las cosas de desagradable lo encubrían con nombres
lisonjeros y humanos, halagándolo urbanamente, llamando amigas a las mancebas;
a los tributos, tasas; custodias, a las fortalezas de las ciudades, y edificio,
a la cárcel, fue primeramente maña de Solón, que llamó alivio de carga, a la
extinción de los créditos; porque fue este su primer acto de gobierno,
disponiendo que los créditos existentes se anulaban, y que en adelante nadie
pudiese prestar sobre las personas.”
Porque, ya
puestos a imitar, imitémosles en todo a los Atenienses de la Gracia clásica.