La prueba de Ruskin.
Ruskin,
médico especialista en
enfermedades de los ancianos, reunió a otros médicos y enfermeras y les contó la sintomatología de una paciente:
«Aparenta
claramente su edad cronológica. Esta paciente no logra comunicarse de manera
verbal con los médicos y, ni siquiera, con sus parientes más cercanos. Tampoco
da señales de entender cuando se le habla. Se pasa horas balbuceando
frases incoherentes que nadie comprende
y da toda la sensación de no saber siquiera quién es ella, desorientada en
tiempo y espacio. Por lo que se aprecia observándola con detenimiento, la
paciente no parece saber dónde está, ni la fecha en que está viviendo, en lo
que podríamos calificar como una clara desorientación en tiempo y espacio.
Sólo, de cuando en
cuando, parece reaccionar cuando se la menciona por su nombre, sin que varíe
todo lo anterior. No se interesa en lo más mínimo en su propio aseo personal y
ni siquiera colabora cuando alguien lo hace en su lugar, lo cual es
imprescindible y a diario ya que la paciente no controla sus necesidades
fisiológicas básicas y padece de incontinencia de heces y orina, por lo que es
necesario que otros deban ocuparse de bañarla e incluso vestirla. También es
imprescindible darle de comer solamente comidas blandas, porque carece de
dentadura. Babea de manera continua y no se preocupa de que sus ropas estén
casi siempre manchadas. Está imposibilitada de andar por sus propios medios. Su
patrón de sueño es altamente conflictivo para aquellos que conviven con ella,
ya que se despierta por las noches con mucha frecuencia y, al hacerlo, estalla
en gritos y llanto. Tiene momentos, a veces prolongados, en los que se muestra
en apariencia muy tranquila y amable pero — sin que exista un motivo claro que
origine algo semejante — se muestra repentinamente muy agitada y estalla en
nuevas crisis de llanto que suelen ser difíciles de controlar. La situación que
acabo de describir es permanente y diaria desde hace ya muchos meses».
Después de este informe, preguntaba a sus
colegas que debía hacerse con la paciente; algunos decían «cuidar de un caso así sería devastador, un
modo de perder el tiempo, médicos y enfermeras. Los parientes cercanos de esta
paciente no pueden, tampoco, hacerse cargo de alguien así. Casos como ese deben
ser enviados a un asilo ya que nada se puede hacer con ellos»; otros dijeron
«una paciente con esas características es una prueba demasiado dura para la
paciencia y la vocación de cualquiera. Es una tarea para médicos y enfermeras
santos y no para médicos y enfermeras comunes».
Después de discutir el caso durante un rato, el
Dr. Ruskin sacó una fotografía de la «paciente», y la hizo circular entre todos para que vieran que se
trataba de una preciosa niña de seis meses de edad.
Como veis,
no siempre los datos exactos sirven para dar una opinión exacta.