El Derecho a una Educación Inclusiva.
El jueves,
13 de diciembre de 2012, en el salón
de actos de la sede del defensor del
pueblo, en Madrid, tuve el honor de participar junto con Mónica Sumay Castañeda,
Vicepresidenta de la
Asociación SOLCOM ; Juan Rodríguez Zapatero.
Abogado y Colaborador de SOLCOM; D. Gerardo Echeita.
Doctor en Psicología de la UAM
y Colaborador de SOLCOM; e Ignacio Campoy. Profesor en Filosofía del Derecho y Experto en Derechos Fundamentales de la Universidad Carlos
III de Madrid. Responsable de la Clínica Jurídica de DDHH Bartolomé de las Casas
de dicha Universidad. En una mesa redonda
sobre “El derecho a una educación inclusiva”.
En ella quedó claro que en un
sistema educativo inclusivo, basado en
el derecho a la no discriminación e igualdad de oportunidades, no pueden
coexistir dos modalidades de escolarización separadas, sino que el sistema debe
disponer de una única modalidad para todo el alumnado, y además debe ser un
sistema basado en la calidad de la atención educativa proporcionando a cada
alumno los apoyos que éste precise.
También quedó claro que los Estados tienen que parar la
discriminación tanto en el Derecho, (discriminaciones contempladas en las leyes),
como en la práctica, por ejemplo cuando la discriminación ocurre en un colegio.
Con frecuencia el colegio es el primer lugar donde las personas con
discapacidad sufren discriminación.
Se puso de manifiesto que el principal problema para desarrollar una
pedagogía de la diversidad no son tanto los instrumentos didácticos necesarios,
como las convicciones sociales, culturales y pedagógicas del profesorado,
alumnado y los mismos padres y madres y que las necesidades educativas
también se generan mediante aquellas actitudes, acciones, culturas y prácticas
institucionales, incluida la evaluación psicopedagógica, discriminatorias
con la diversidad, las diferencias, las dificultades del aprendizaje, la
multiculturalidad, las deficiencias, las enfermedades crónicas o la desventaja
socioeducativa.
Y, como no, hablamos
de las barreras
actitudinales que dificultan
en gran medida la transición hacia un modelo de educación inclusiva. Estas
barreras pueden proceder tanto del propio profesorado, como del resto del
alumnado del centro, o de los padres de los alumnos. En una sociedad en la que
el éxito académico se mide a través de la adquisición de conocimientos y en un
clima de competencia no siempre resulta compartido o comprensible un concepto
de educación inclusiva basado en el respeto a la diversidad, necesidades y
aptitudes, características y expectativas de aprendizaje de todos los alumnos.