Persuasión.
Cada vez que en una campaña electoral oigo y/o veo los exabruptos, las groserías, los insultos y los rabotazos que se intercambian los candidatos recuerdo al filósofo Estilpón (360 a . C. a 280 a. C.) que afeaba los comportamientos de la cortesana Glycera, acusándola de que corrompía a la juventud; se defendió Glycera diciendo que a los filósofos se les acusaba de lo mismo y le pidió que reconociera, de buena fe, que daba igual que los jóvenes se relajaran con un hermoso cuerpo que con libros muy agradables. 400 años después decía Alcifron que su exterior grave y sus discursos austeros eran vanidad e hipocresía. No había diferencia entre esos hombres y las cortesanas, y, si había diferencia, era en el modo de persuadir. El fin era el mismo: medrar a costa ajena. Y es que hay cosas que además de tener validez universal, o quizás por ello, nunca cambian.