Amor, imbecilidad e ingenio.
Ortega y Gasset dijo que el enamoramiento era un estado de imbecilidad transitorio, pero mucho antes Filipo Beroaldo (1453-1505) dejo dicho: “Dame el hombre más rudo y más grosero y enamórese, que yo te le daré de buen ingenio, discreción y urbanidad. Porque el amor cultiva al agreste, domestica al bárbaro y salvaje, destierra la flojedad, la pereza y el sueño aunque sea letargia”; Platón dijo que el amor hace poetas a los enamorados.
En esa temporal estupidez, es cosa averiguada y comprobada que el amor puede desbastar la rudeza, menoscabar la necedad, incrementar la elocuencia, desasnar al bobo y hacer poetas a no todas las personas enamoradas, porque para la mayoría no consiste el amor y estar enamorado, sino en andar maqueado, estar pensativo, enviar sms, ojear tuenti y facebook, dar suspiros y escribir requiebros en las redes sociales. El enamorado ni sabe estar ocioso ni tener reposo; cuando busca lo que ama no siente lo que padece. El enamorado se siente a la vez desgraciado y sospechoso, contento y descontento, triste y risueño, esforzado y desmayado, alegre y desesperado, cobarde y determinado, y, lo que es peor de todo, que si sabe lo que quiere, no sabe si le conviene. Imbéciles y/o ingeniosos, unos aman lo que desean y otros desean lo que aman; los primeros son agua que se evapora y los segundos agua que se congela.