el cazurro ilustrado

13 febrero 2011

Amor, imbecilidad e ingenio.


Ortega y Gasset dijo  que el enamoramiento  era un estado de imbecilidad transitorio, pero mucho antes Filipo Beroaldo  (1453-1505) dejo dicho: “Dame el hombre  más rudo y más grosero y enamórese, que yo te le daré de buen ingenio, discreción y urbanidad. Porque el amor cultiva al agreste, domestica al bárbaro y salvaje, destierra la flojedad, la pereza y el sueño aunque sea letargia”;  Platón dijo  que el amor  hace poetas a los enamorados.
 En esa temporal estupidez, es cosa  averiguada y comprobada que  el amor  puede  desbastar la  rudeza, menoscabar la necedad, incrementar la elocuencia, desasnar al bobo y  hacer poetas a  no todas las personas enamoradas, porque para la mayoría no consiste el amor y estar  enamorado, sino en andar maqueado, estar pensativo, enviar sms, ojear tuenti y facebook, dar suspiros y escribir requiebros en las redes sociales. El enamorado  ni sabe estar ocioso ni tener reposo; cuando busca lo que ama  no siente lo que padece. El  enamorado se siente a  la vez desgraciado y sospechoso, contento y descontento, triste y risueño, esforzado y desmayado, alegre y desesperado, cobarde y determinado, y, lo que es peor de todo, que si sabe lo que quiere, no sabe si le conviene. Imbéciles y/o ingeniosos, unos aman lo que desean y otros desean lo que aman; los primeros son agua que se evapora y los segundos agua que se congela.