Otra lección de la naturaleza.
El 14 de abril de 2006, paseando por la orilla del río Curueño a la altura del puente de la vía, en Valdepiélago, me encontré este árbol intentando librarse del antiestético cartel que algún guarda de río colocó para indicar que ese tramo es coto de pesca. Podía haberlo fijado con un clavo, pero lo que hizo fue cortar la corteza con el borde superior del letrero, dejándolo fijado así. Sangró el árbol durante un tiempo sobre el aviso; una vez cicatrizada la herida, decidió integrarlo en su organismo y poco a poco, sin prisa y sin pausa, fue fagocitando la inscripción.