Otra lección de la naturaleza.
El 14 de abril de 2006, paseando por la orilla del río Curueño a la altura del puente de la vía, en Valdepiélago, me encontré este árbol intentando librarse del antiestético cartel que algún guarda de río colocó para indicar que ese tramo es coto de pesca. Podía haberlo fijado con un clavo, pero lo que hizo fue cortar la corteza con el borde superior del letrero, dejándolo fijado así. Sangró el árbol durante un tiempo sobre el aviso; una vez cicatrizada la herida, decidió integrarlo en su organismo y poco a poco, sin prisa y sin pausa, fue fagocitando la inscripción.
Ayer pasé de nuevo al lado de ese chopo. Han pasado casi cinco años y el trabajo realizado es evidente: apenas si se ve el cartel. El árbol ha conseguido disimular el intento criminal del funcionario de la consejería de agricultura. Una vez más la naturaleza nos da una lección de cómo arreglar las consecuencias de los estúpidos comportamientos humanos.