el cazurro ilustrado

19 febrero 2011

¡Nada, hombre, nada!


El río Curueño  parte en dos a Valdepiélago, y tal rotura se ha arreglado  con un precioso  puente de piedra que formó parte, primero de la calzada romana y  después del camino real, por las que se comunicaban  todos los  habitantes de esta montaña.
 El caso es que  un día uno de los vecinos  de esta montaña, del que  todo el  mundo decía que había perdido el juicio, se dirigió   al puente,  se  asomó por los pretiles y comenzó a gritar:
-¡ Nada, nada, hombre! ¡Nada, nada, nada, nada hombre!.
La gente que rondaba por allí, al  oír  las voces, fue rápidamente  a ver lo que ocurría, pensando que alguien se había caído al río; pero por mucho  y bien que  miraron no vieron nada.
Entonces preguntaron  al hombre que seguía dando  voces  que  qué era lo que  pasaba.
A lo que respondió: -Nada, hombre, nada.
Y es que, como decía mi abuelo, un tonto hace  ciento, si le dan lugar y tiempo.