el cazurro ilustrado

20 noviembre 2009

Los gatos.


El gato es llamado por los latinos “Catus”, como si dijésemos cautus, que quiere decir astuto, por la astucia que tiene para coger los ratones y la carne mal o bien guardada. Son los gatos muy lujuriosos y calientes y por esta razón andan por la mayor parte en celo en el invierno. Son muy enemigos del mal olor ( según dice Eliano) y por esta razón antes de descargar el vientre hacen hoyos para enterrarlo. Y son tan amigos de los buenos que se huelgan mucho de oler la valeriana, la gataria y la mejorana, y no solamente las huelen, más si tienen oportunidad se revuelcan en ellas por andar olorosos. Son las gatas muy lujuriosas ( como se ve de Aristóteles) no se juntan por detrás, como algunos dijeron, sino que la hembra se pone debajo y dice que atraen y apremian a los gatos y los castigan si no vienen y para su voluntad se aparejan.
Es la mordedura del gato venenosa y cúrase con un emplasto hecho de calamintha y cebolla. De su unto usan las damas (que no hay unto que no prueben) para ablandar las manos y adelgazar y dar lustre a sus cueros.
La carne de gato es caliente y húmeda y blanda de digerir cuando están gordos y a los que la comen engorda y engendra buena sangre.
La ceniza de la cabeza de gato negro, quemada en una olla nueva aprovecha ( según dice Micaldo) echada muy sutil cada día por un canuto de pluma de ganso, soplada tres veces, para las nubes de los ojos. Su orina echada en los oídos ( según dice Quercetano ) aprovecha a la sordez. La Carne del gato, dice Haliabas, que aprovecha para las almorranas. A los mordidos del gato ( dice Paulo) aprovechan los ajos y las cebollas, aplicadas luego sobre la herida.
Esta jugosa descripción he leído en el libro titulado “ Historia de los animales más recibidos en el uso de la medicina: donde se trata para lo que cada uno entero o parte del aprovecha y de la manera de su preparación”. Escrito por Francisco Velez de Arciniega, natural de la villa de Casarrubios del monte, resindente en la corte y boticario del ilustrísimo señor Don Bernardo de Sandoval y Roxas, Arzobispo de Toledo, inquisidor general y del Consejo de Estado de Su Majestad.
Lo publicó la imprenta real de Madrid en el año 1613 y se vendía en casa del autor.