Día mundial de la epilepsia.
Hoy se celebra el día mundial de la epilepsia. Hasta 400.000 personas pueden padecerla en nuestro país. Conocida desde la antigüedad con diversos nombres: el código de Hammurabi se refiere a ella como “bennu” (siglo XVII a.C.) y Herodoto le atribuye el inhumano furor y la impía locura de Cambises por haber padecido “desde el vientre de su madre la grande enfermedad de gota coral, a quien llaman algunos morbo sagrado: ¿qué mucho fuera, pues, que de resultas de tan grande enfermedad corporal hubiera padecido su fantasía y trastornándose su razón?”; a este trastorno neuronal le han puesto sus causas en los cielos y sus dioses y en los infiernos y sus diablos. Durante siglos, quien la padeció se consideraba o tocado por la divinidad o maldecido por los demonios, hasta que Hipócrates estableció que: “a mi parecer esta enfermedad tiene tanta relación divina como las otras enfermedades no sagradas”. A día de hoy muchos creen que este desorden se comprende con claridad y que se trata con eficacia mediante medicación anticonvulsiva, pero en realidad “la epilepsia” es un término genérico usado para diversos tipos de ataques o crisis mas o menos complejas. Las anormalidades en un EEG se presentan en aproximadamente el 20% de los sujetos no epilépticos y además existen muchos medicamentos anticonvulsivos con una eficacia que puede considerarse, cuando menos, inconsistente; de hecho seis o siete de cada diez epilépticos no pueden ser tratados con efectividad. Los resultados de cualquier tratamiento se verán afectados por las circunstancias de la vida del paciente que afecten o alteren la excitabilidad neuronal; así pues, una vez más, se necesita, no solo la investigación de los procesos organísmicos, sino también el estudio de las influencias ambientales que pueden incrementar o disminuir la probabilidad de los “ataques” epilépticos.
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