La leña que calienta muchas veces.
Dicen en el pueblo que la leña calienta dos veces; la primera cuando la cortas y la segunda cuando la echas a la lumbre. Pero el proceso es mucho más largo y calorífico. Es de tan alto valor calórico la leña de roble de nuestros bosques que comienza a templarte el día que el alcalde- presidente rifa la suerte que te ha de tocar para la tala. Te caldea después, cuando coges la motosierra y tiras al suelo los árboles. Te calienta mientras la cargas en el remolque del tractor para llevarla a casa y te recalienta descargándola. Apilados los troncos, llega el momento de darles cortes precisos para que quepan en la hornilla, es entonces cuando el calor se aviva hasta casi achicharrarte. Toca ahora almacenar las astillas y los maderos en buen orden y concierto para que ocupen el mínimo espacio posible, y llega el calor a asarte.
Así pues, es la leña de roble un recurso de gran valor contra el frío, puesto que, sin necesidad de encender fuego, templa, caldea, calienta, achicharra y asa. Con la ventaja de que es un proceso reversible: unos minutos a la intemperie sin hacer nada y ya deseas de nuevo el contacto con la leña.
Así pues, es la leña de roble un recurso de gran valor contra el frío, puesto que, sin necesidad de encender fuego, templa, caldea, calienta, achicharra y asa. Con la ventaja de que es un proceso reversible: unos minutos a la intemperie sin hacer nada y ya deseas de nuevo el contacto con la leña.