el cazurro ilustrado

17 julio 2017

Educación inclusiva ¿Buenas palabras y malas acciones?

Los alumnos escolarizados en  centros de educación especial no saldrán  de ellos  hacia la educación  ordinaria. Los orientadores de  los centros  ordinarios, a través de  los dictámenes de escolarización, justifican la  medida  alegando que tendrán una atención  más individualizada, la cual favorecerá la posterior  integración  de éstos  alumnos en la sociedad. Pero  la realidad demuestra  que  los  centros de educaccíon especial hacen  a los  alumnos invisibles para la  sociedad y para la administración y ésto a pesar de que  en el año 2006 la ONU  aprobó la Convención de los  derechos  humanos de las personas con discapacidad  que  España ratificó  en el año 2008. Desde esta ratificación asociaciones,  expertos y propios interesados han reivindicado el  derecho a una  educación inclusiva, tal y como la convención recoge,  que las  distintas  administraciones  niegan, teniendo  que recurrir a los tribunales para que no se vulneren sus derechos. Existen  varias  sentencias que así lo corroboran.  Sin embargo,  de vez en cuando salta  la noticia de que, una vez más, una administración educativa  niega el derecho  a la  educación inclusiva a  una persona con diversidad funcional, amparándose  en recovecos  legislativos.
Y esto a pesar de que la misma administración  educativa que no deja a una alumna  (hay  más casos) en  Formación Profesional básica (para acnees), hace poco ha publicado  el   II Plan de Atención a la Diversidad en la Educación de Castilla y León 2017-2022. En el que se propone  una educación inclusiva para la atención a la diversidad  de los alumnos.
Me consta que desde el consejero  hasta los directores generales, todos están por la Educación inclusiva. Ahora tienen una oportunidad única de demostrarlo, derogando la orden que impide a los alumnos que por distintas razones  no han  estado escolarizados en ESO, puedan cursar FP básica.

Si no lo hacen demostrarán que los principios  que rigen  sus comportamientos se resumen en dos. Ni una mala palabra, ni una buena acción. O, para ser más precisos, buenas palabras y malas acciones.