Próspero 2012.
Llamamos año nuevo al año que sigue al que pasa. Es costumbre en todos los pueblos, desde la más remota antigüedad, alegrarse el primer día de cada año. Se perdonan recíprocamente las ofensas y se hacen visitas y regalos; además, se espera obtener de los cielos un año próspero y fecundo a través de los más variados rituales. Se comienza el año con la alegría, el baile y otras diversiones para desquitarse, probablemente, de los disgustos y trabajos que nos están reservados al año que comienza. Cada cual espera que en el nuevo año se colmen su deseos: los abogados nuevos pleitos, algunos políticos nuevas usuras, los jóvenes nuevas conquistas, los empleados nuevos ascensos , las folclóricas nuevos escándalos y los parados nuevos empleos; pero lo que también habrá serán nuevas desgracias, nuevos disgustos, nuevos desastres, nuevos impuestos y nuevos recortes. Como es tiempo de regocijo, fraternidad, generosidad y buenos deseos, os propongo que, conmigo, digáis a nuestro recién estrenado gobierno: «amigos, tened por regalado cuanto me vais a quitar a lo largo de todo el año en tasas, impuestos , aranceles, contribuciones y congelaciones.»