Día internacional de las montañas.
Hoy se celebra el día internacional de las
montañas. Se hace desde el 2002 a propuesta de las Naciones Unidas. Este año su
lema es: “Montañas son importantes”.
Según datos de la FAO, las montañas representan el 22%
de la superficie terrestre del planeta y alrededor de 1000 millones de
personas viven en zonas montañosas. Además, son el lugar de nacimiento de los
ríos más grandes del planeta, proporcionando entre el 60% y el 80% de los
recursos hídricos dulces de la Tierra y albergan el 25% de la biodiversidad y
el 28% de los bosques del planeta.
El
geógrafo romano Estrabón (63 a.c. 24 d.c.) escribió sobre nuestras montañas: “Todos los
habitantes de la montaña hacen vida sencilla. Beben solamente agua, duermen en
el suelo, llevan el pelo largo como las mujeres; para combatir se ciñen la
frente con una banda. De ordinario comen carne de cabrón y sacrifican a Ares
cabrones, caballos y prisioneros. Hacen también, como los griegos, hecatombres
de cada clase de víctimas, lo que Píndaro dice: “sacrificar todo por
centenares”.
Los
montañeses se nutren durante dos tercios del año de bellotas: las secan,
trituran y mueles, haciendo un pan que puede conservarse largo tiempo. Beben
cerveza. El vino escasea y cuando lo logran pronto lo consumen en banquetes
familiares. En lugar de aceite emplean manteca. Hacen sus banquetes en bancos
de piedra adosados a las paredes. Ocupan lugar preferente los mayores en edad o
dignidad.
Todos
visten por lo general capas negras con las que se cubren al dormir en sus
lechos de paja. Las mujeres adornan sus vestidos con flores. En el interior, a
falta de moneda, intercambian las mercancías o dan trozos de láminas de plata.
Ponen a los enfermos a la vera de los caminos para que los atiendan los
transeúntes que hubieren padecido la misma enfermedad. Su sal es rojiza pero,
machacada, se hace blanca. Algunos dicen que los callaicos no tienen dioses; no
así los celtíberos y los demás pueblos que por el norte lindan con ellos, todos
los cuales rinden culto en las noches de plenilunio a un dios sin nombre,
danzando las familias hasta el amanecer ante las puertas de sus casas”
Durante siglos la gente de la montaña vivió en
paz, aró sus tierras, plantó sus árboles, segó sus sembrados y crió a sus
hijos. Comieron de su propio sudor y vivieron sin perjuicio ajeno. Pero la
malicia humana, gestada en los centros de poder de las ciudades, cambió el
trabajo por el ocio, el reposo por la juerga, la paz por la guerra, la
compasión por la crueldad, la justicia por la prevaricación y el cohecho, el
lícito provecho por la avaricia y el sudor de la hacienda propia por los
beneficios de las grandes conspiraciones. Así fueron los montañeses sucumbiendo
a las oleadas especuladoras de los distintos gobernantes. La minería acabó con
los combustibles fósiles, con la salud de una gran parte de la población y
allanó montañas enteras. Llegaron también los pantanos para anegar ricos valles
y desarraigar a sus habitantes con la falsa promesa de una vida más próspera en
ninguna parte. Luego vino la política Europea a decirnos que la ganadería de la
que habíamos vivido siempre no tenía ni sentido, ni futuro y la eliminaron.
Aparecieron los macroproyectos de estaciones invernales, como solución
definitiva para paliar la depauperación que progresivamente promocionaron en
nuestra montaña y muy pocos o ninguno de la tierra se han beneficiado, ni se
beneficiarán. Como ejemplo, aquí va otro recordatorio, mañana se memoran los
treinta y dos años del desalojo, derribo e inundación de los pueblos del valle
de Riaño, entre las montañas leonesas. Así que en León muchas montañas son
océanos de migración. Desde el llano se ve a la montaña como suministradora de
agua dulce, alimentos, madera, medicamentos, salud y ocio. En ella habitan
culturas muy diversas y sistemas de uso de las tierras distintos, con gran
variedad de cultivos y ganado adaptado localmente, pero este patrimonio
biológico y cultural, está en peligro de extinción. Se plantea su salvación con
la creación de zonas protegidas, conservación de paisajes y con el fomento del
turismo. Estas buenas intenciones difícilmente se llevarán a cabo porque no hay
tanta diversidad en las montañas como especuladores sin escrúpulos alrededor de
su promoción y “desarrollo sostenible”.
En la foto: chicos de Valdeteja jugando en la s rocas.