La locura de los hombres
Demócrito, (460-370 .c.) filósofo presocrático, vivió en
Abdera (Tracia) reía a menudo y hacía cosas extravangantes de una manera que
sus convecinos no solo no aprobaban,
sino que tenían por causa de sus comportamientos su locura. Para curarle llamaron al médico de más reconocido prestigio de la época, Hipócrates, cuya teorías médicas persistieron
en Europa hasta el siglo pasado.
Se fue Hipócrates a visitar a Demócrito, y éste le dijo: “Me tienen por loco,
Hipocrates, porque me rio de la locura de los hombres. Ellos quieren curarme no
se curan ellos. Si reflexionas sobre la conducta de todos los hombres, no
podrás menos de convenir conmigo en que deliran. Unos buscan el oro y la plata
cavando en las entrañas dela tierra; quienes compran perros, quienes caballos.
Unos tienen prurito de conocer los paises estrangeros, no conocen el suyo. Otros
quieren mandar a todos no saben dirigirse sí mismos. Aman las mujeres, se casan,
luego las aborrecen y repudian. Engendran hijos con grande avaricia, tenidos
los abandonan. Aborrecen las guerras y
no conservan la paz. Buscan el dinero en las entrañas de la tierra y encontrado
y tenido lo cambian por la tierra. Venden los frutos por el dinero, luego dan
el dinero por los frutos. Cuando no tienen riquezas, las desean, cuando las
tienen las ocultan, no se sirven de ellas o las disipan. Compran estas cuando
están en ellas las conmutan por tierra.
En todo encuentran una displicencia eterna;
si se les niega el que naveguen, navegan; si se dedican a las artes
envidian la agricultura; si se les da la agricultura, desean las artes; desean llegar a viejos por mandar, llegados a
viejos quieren mandar como niños. Los vasallos quieren llegar reyes, los reyes
quieren volverse vasallos. El artesano quiere hacerse magistrado, el magistrado
quiere aprender las artes. Todos quieren
imponer leyes pero ninguno quiere sujetarse a la ley. Te pregunto, Hipócrates ¿tengo
motivo para reirme de los hombres? ¿Me falla el juicio cuando los llamo locos?
te envian a tí para que cures mi locura con el heléboro, no es mejor que ellos
lo tomen?.
No tuvo más remedio
Hipócrates que reconocer la cordura de Demócrito y la locura del resto de los
mortales.