Muy engañada vives....mujer casadera
Decía mi amigo Feijoo, pues por tal lo tengo aunque haya vivido en el siglo dieciocho:
" el valor de las opiniones se ha de computar por el peso, no por el número de las almas. Los ignorantes, por ser muchos, no dejan de ser ignorantes.
Quien considerare, que para la verdad no hay más que una senda, y para el error infinitas, no extrañará que caminando los hombres con tan escasa luz, se descaminen los más. "
Y reflexionaba para las mujeres:
"Muy engañada vives, y muy mal conoces la complexión del genio de los hombres, si fías tanto en tus atractivos. No es su condición apreciar lo precioso, sino lo raro. Sólo estiman lo que no poseen; y si les merece alguna atención la alhaja poseída, es sólo cuando la posesión no es segura. Todo lo continuado enfada. No hace regalado al manjar lo dulce, sino lo exquisito. El plato más sabroso, muy repetido, engendra hastío.
Nada tiene el hombre más inconstante que el gusto. En su aprehensión mejora como mude, aunque mudando empeore. Resueltamente me atreveré a decir, que para hacer más durable su complacencia, le estaría bien a la discreta poder hacerse tonta, y a la hermosa transformarse en fea. La que tuviese jurisdicción sobre sus facciones de alma, y cuerpo, para mudarlas a su gusto, erigiría un tribunal ejecutivo de las deudas del cariño.
Pero no deje de repasar tu memoria multitud de cuidados que tienen en continua tortura el corazón de una madre de familias. ¡Cuánto desconsuelo si no hay hijos! ¡Y cuánto afán si los hay! ¿Qué vigilancia basta para su buena educación? Si salen malos, ¿qué disgustos no ocasionan? Si son muchos, ¿qué congojas al pensar en el modo de darles estado a todos? ¿Qué dolor, si muere alguno? ¡Trabajosa fecundidad la de las madres! Pues los dos extremos opuestos de nacer, y morir los hijos, todo ha de ser a costa de sus dolores".