LECHE AGUADA
Año tras año, a primeros de mayo, siguiendo una tradición ancestral, nos reunimos, regantes de Valdepiélago, La Mata de la Bérbula, Ranedo y Montuerto, para acondicionar la presa que habrá de llevar el agua a los prados. Una vez realizada la tarea es de obligado cumplimiento la comida en la que el escabeche no puede faltar, como tampoco faltan las conversaciones en las que se recuerdan múltiples anécdotas. Una de las que contó Manolo ocurrió en Ranedo allá por los años 70 del siglo pasado, cuando se recogía la leche en bidones de aluminio, que portaba un carro tirado por un burro. Sacaban los ganaderos unos calderos de zinc que el recogedor media y en la cartilla iba apuntando la cantidad de leche entregada día a día, para que fuera pagada a final de mes. Una mujer vigilaba para controlar si el recogedor traía el material para recoger las muestras de control de calidad y, si veía que no, echaba unos litros de agua a los calderos. Un día el recogedor trajo ocultos los tarros y en el análisis se demostró que la leche estaba muy aguada. Sancionaron a la mujer con un mes sin recogida de la leche y, su marido fue a la empresa a pedir perdón para que la sanción fuera quitada. El encargado le recriminó el fraude y, en un ataque de sinceridad, le contó lo ocurrido: mi mujer observó al recogedor y, al ver que no traía los tarros de control echó agua a la leche y, como no me advirtió, yo eché más agua.
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