DEL “NO ESTOY DE ACUERDO” AL “ME OFENDES”.
Vivimos en tiempos de tanta ansiedad, que las inquietudes intelectuales son múltiples,
diversas y, en su mayoría, banales. Van desde el puritanismo mojigato, hasta
los extremismos más siniestros. No es posible suscitar un debate sobre cualquiera de los problemas que son quebraderos de cabeza. Se esquiva la
discusión que podría dar con la solución, porque cualquier disidencia con cualquiera
de las posturas, en vez de recibir el “no
estoy de acuerdo” acompañado de argumentos, lo que recibe es “me ofendes” lo que cierra la posibilidad de
debatir y nos encierra en la más aterradora
postura: un infantilismo intransigente
que anula cualquier atisbo de inteligencia.