el cazurro ilustrado

01 mayo 2025

 

UNO DE MAYO: SAN FROILÁN.

Mientras en todo el mundo se celebra este primero de mayo el día internacional del trabajo con multitudinarias manifestaciones plagadas de banderas sindicales y hasta republicanas; mientras a las tribunas suben representantes de los obreros para reivindicar mejores condiciones laborales; mientras los medios de comunicación se hacen eco de las diversas declaraciones de los políticos, los vecinos de Valdepiélago y otros pueblos de alrededor llevan en sus hombros a San Froilán hasta Nocedo; lo dejan en la iglesia y se encaminan hasta Valdorria, donde, según cuenta la leyenda, en el siglo IX vino parar este santo en busca de tranquilidad y línea directa con Dios. Primero se puso a construir una ermita en lo alto de un risco para lo que tuvo que esculpir trescientos sesenta y cinco escalones en la roca. Atareado y ensimismado en sus quehaceres, vino un lobo y le devoró el burro que le ayudaba a acarrear el material de construcción. Ya con algún poder sobrenatural, Froilán cargó al lobo con las funciones del asno devorado y, sin hacer caso de las demandas laborales del animal, le hizo trabajar hasta que terminó el pequeño santuario.

Con  profunda fe en el Santo,  dos romeros hicieron la promesa de caminar hasta Valdorria con garbanzos metidos en los zapatos en acción de gracias por un favor concedido. Iba uno ligero y alegre y el otro lento y compungido. Preguntado el primero el por qué de la ausencia de dolor en los pies, respondió que había colocado los garbanzos cocidos dentro del calzado. Como se puede  comprobar, en la montaña, al margen de sindicatos, políticas, promesas y favores divinos, cada cual, por la cuenta que le tiene, hace lo que puede para evitar las contingencias aversivas de la vida y, a la vez, cumplir con sus compromisos aunque para ello tenga que requebrar las voluntades celestiales o mundanas.