el cazurro ilustrado

29 abril 2025

 

VALORAR LAS  COSAS CUANDO FALTAN.

El apagón de ayer vino a demostrar la total dependencia que en esta sociedad tenemos de la electricidad. Fui a  salir con el coche del aparcamiento y el portón no se abría. Después llegué al taller  a arreglar un pinchazo y el mecánico me dijo que si no llegaba la luz  no había arreglo. En el surtidor de gasolina  me dijeron algo similar. En casa  tuve que subir por las escaleras en vez de usar el ascensor. Ni calentar la comida, ni calefacción, ni tv, nada de aquello a lo que estamos habituados pude realizar. Sólo  fueron siete horas y  ya  s e desataron las  alarmas y  la gente comenzó a hacer acopio de los productos más diversos, sobre todo agua, papel higiénico y todo tipo de alimentos, sin faltar velas y linternas.

Fue entonces cuando recordé aquella nevada en el pueblo: el frío heló el agua en las cañerías y nos quedamos sin calefacción y sin agua corriente; el viento tiró los postes de la luz eléctrica y del teléfono; el panadero no pudo llegar a repartir el pan y, claro está, ni el cartero con el correo; ni el cura a decir misa. La falta de corriente eléctrica propició la vuelta a métodos tradicionales para ordeñar las vacas.  Acostumbrados a los adelantos de la técnica, ni las manos ni las ubres se acomodaron a la situación. Decidimos entonces subir a la Collada y con el teléfono móvil ir rastreando hasta encontrar un lugar con cobertura, para avisar a las compañías, eléctrica y telefónica, de nuestra situación.
Cuando conseguimos conectar con la compañia eléctrica, nos dijeron de la sección de “averías” que no han acudido, porque no tienen ningún aviso. Le explicamos que no pueden tener avisos porque tampoco hay teléfono y lo entienden. Llamamos entonces a “Averías” de Telefónica y, curiosamente, también le tenemos que explicar que no tiene avisos telefónicos de averías, porque precisamente es el teléfono el que está averiado. Así pues, estar con nieve y sin electricidad es estar sin muchas cosas.