¿LA TIERRA PROMETIDA?
No debe extrañarnos lo
que está pasando. La guerra arancelaria es un ejemplo de la idea central y la doctrina del
neoliberalismo la competencia.
Competencia entre naciones, regiones, compañías y por supuesto entre individuos.
La competencia es fundamental porque separa a los fuertes de los débiles, a los
hombres de los hombrecillos, a los buenos de los malos, a los inteligentes de
los tontos; a los incluidos de los excluidos. Esto tiene su origen en el calvinismo:
las acciones religiosas deben realizarse para que te vaya bien y vivas largos
años sobre la tierra. Sienten como un deber la tarea del trabajo y el
cumplimiento de los propios deberes es la mejor forma de agradar a Dios.
No hay que conformarse, como decía Lutero, con lo que "disponga Dios"
(con lo que nos toque). Si no que hay que cambiar de trabajo si va a resultar
más grato (útil) según criterios éticos, de bienes para la colectividad y de
provecho para el individuo. Sólo la acumulación de la riqueza social e
individual, es decir, la ambición de la fortuna - en la vida económica, la
persecución imperturbable de los intereses personales - automáticamente conduce
a la tierra prometida. Con el abandono de la Ilustración y la reflexión, el
liberalismo económico radical dejó todos los fines humanos de la sociedad para
convertirse en un apologeta de la brutal lucha de la competencia social.
La cultura anglosajona está imponiendo cada vez más sus valores al resto del
mundo, que encajan perfectamente con el individualismo, la agresividad y la competitividad
que son los rasgos dominantes en lo que
llevamos de siglo.