el cazurro ilustrado

31 diciembre 2009

Entre la superstición y la indefensión: 2010.


Cuando un sujeto está en una situación incontrolable y aprende que el resultado de lo que hace no depende de él entra en una serie de deficits emocionales, motivacionales, y manifiesta síntomas de indefensión o depresión. Sin embargo, algunos sujetos sometidos a estas situaciones, en las que el comportamiento mostrado no sirve para acceder a reforzadores (no hay relación entre la respuesta y el resultado), no se muestran pasivos ni deprimidos, sino que desarrollan patrones específicos de conducta que se denominan “conducta superticiosa” o bien la “ilusión de control”. Esto nos lleva a dos cuestiones claves: ¿ que debemos hacer cuando nos encontramos en situaciones incontrolables?, ¿nos comportamos supersticiosamente o, al no tener el control, dejamos de responder?.
Ejemplos de estas dos posturas nos las encontramos, ahora que es tiempo de pronósticos, en los dos líderes políticos de nuestro país; metidos ambos (y con ellos el resto de los ciudadanos) en un entorno económico incontrolable, opta Zapatero por la ilusión de control y hace algo sabiendo que no hay una relación directa entre lo que hace y los resultados a obtener, pero suponiendo que algún resultado habrá de obtener (refuerzo no contingente). Postura contraria mantiene Mariano Rajoy, cerca de la indefensión, y cuyas palabras parecen describir un estado de depresión patológica en la que nada de lo que se haga tendrá resultados positivos.
Así pues, en los finales de 2009 y en los inicios de este 2010, los ciudadanos tienen dos modelos a los que poder imitar: o seguir haciendo cosas, con la esperanza que algo ocurrirá y que lo que suceda sea para mejor (modelo Zapatero) o llenarse de desconfianza y suponer que, cómo no hay nada que hacer, no hacer nada que no sea deprimirse ( modelo Rajoy). Pero antes de elegir cualquiera de las dos posturas, os deseo un refuerzo no contingente:¡Feliz 2010!.

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26 diciembre 2009

Otra de gatos.


Las ocho de la mañana del día de navidad. La temperatura exterior, medida por el termómetro del coche en el que viajaba, era de siete grados bajo cero. La nieve caída en los días anteriores aseguraba su futuro inmediato a través de las brutales heladas que congelaban hasta el aliento. No había ningún bicho viviente a estas horas fuera de sus guaridas. Ni rastro de corzos, ni huellas de jabalíes, ni ladridos de perros, ni piar de los pájaros, ni graznido de cuervos, ni siquiera truchas en las frezas ya preparadas en el río. Solo frío, hasta que en la copa de un árbol noté que, parsimonioso, alguien acechaba. Pensé en un búho, en una lechuza o en cualquier otro ave rapaz necesitada de alimento. Me acerque sigiloso y descubrí un gato cuyo color me era familiar. No en vano le había dado de comer en el corredor del pajar la tarde anterior. O la ración no había sido suficiente o a pesar de ella necesitaba entrenamiento en las habilidades de caza, por si acaso algún día no tuviese acceso al comedero gratuito. Sea como fuere, un gato doméstico haciendo de búho salvaje fue la imagen que me regaló la navidad. Recordé entonces a los otros gatos, cómodos y calientes, en el pajar y al perro, que los mantiene a raya y no los deja bajar al suelo del corral y recordé también la frase de Derek Bruce: “Para mantener una verdadera perspectiva de lo que valemos, todos deberíamos tener un perro que nos adore y un gato que nos ignore."

18 diciembre 2009

Nieve y heladas.


Dejó dicho Hipócrates en uno de sus aforismos que “el frío es el enemigo de los nervios”. Lo comprobó viendo que las personas con enfermedades nerviosas, los hipocondríacos y las mujeres histéricas, se sentían más incomodadas que el resto de personas en invierno. Sin embargo, también notó que con frío la reflexión es más profunda, la atención más sostenida, el estado anímico más alegre y dispuesto y las pasiones más fuertes.
Algunos de sus seguidores afirmaron que en los países con clima frío las personas eran de estatura más elevada, muy robustos, pacientes y valerosos y que no experimentan más que la influencia tónica del frío.
A pesar del “cambio climático” recuperamos estos días algunas de las características típicas y tópicas de nuestro clima: la nieve, el frío y las heladas que nos congelan hasta la mirada. Si hacemos caso a la información precedente, podemos esbozar un autodiagnóstico. Aquellos a los que las condiciones climáticas les hagan sentir mal, aplíquense el aforismo hipocrático. Los que, por el contrario, hayan mejorado sus sensaciones, podrán considerarse como auténticos montañeses, que haciendo de la necesidad virtud, aseguraron que “buena es la nieve que a su tiempo viene” y que “con vino y tocino, no pasa frío ningún vecino.”











15 diciembre 2009

¿No me conoces?

06 diciembre 2009

Animales y humanos.

Recurrir a la comparación entre los hombres y los animales fue un recurso útil y descriptivo que durante mucho tiempo se usó para la mejor comprensión del comportamiento humano. No había aún nacido la etología y ya se apelaba, como modelo de determinadas conductas de nuestra especie, a la prudencia de las serpientes, a la candidez de las palomas, a la astucia de las raposas, a la fuerza de los leones, al buen gobierno de las abejas, a la laboriosidad de las hormigas, a la lujuria de los gorriones, a la buena muerte del cisne, a la deshonestidad de las abubillas, a la lealtad el perro, a las lágrimas fingidas del cocodrilo…. No hay costumbre, cualidad o carácter humano que no tenga parangón en las bestias.
Así, algunos autores de la antigüedad vieron en el murciélago a los que por causa del mucho estudio se han tornado macilentos, flacos y amarillos; también sirvió como modelo de los malos pagadores, que por temor de los acreedores, se esconden por el día y salen por la noche. Pero sin duda a quien mejor representa el murciélago es a los filósofos y científicos necios que, en esta era posmoderna, pretendiendo alcanzar los más escondidos secretos de la naturaleza, alcanzan solamente mentiras, porque de la misma manera que este animal no puede, por la debilidad de sus ojos, ver con claridad la luz, tampoco los pseudofilósofos y paracientíficos pueden alcanzar, a causa de su escasa formación e ingenio, la verdad de lo que pretenden. Por decirlo brevemente: ante de racionalidad de abandonar la creencia en Dios, han caído en la necedad de creer en cualquier cosa.